lunes, 28 de octubre de 2013

En la parroquia

La iglesia parroquial del barrio celebra el acto religioso de dar el santo sacramento del Bautismo a una decena de pequeñas criaturas. La iglesia -que es hermosa- está abarrotada de gente pues en ella se hallan los abuelos y bisabuelos, los padres y los tíos, los primos y demás parientes de quienes van a formar parte de la Comunidad Cristiana. Hay como un revuelo de mariposas y en las caras una sonrisa cómplice y una expectación por lo que va a suceder. El cura, a duras penas, trata de poner un poco de orden, sobre todo en la legión de fotógrafos (familiares aficionados los más) que quieren llevar en sus cámaras los instantes preciosos de la ceremonia. -Un solo fotógrafo por familia- pregona el cura sin lograr que le hagan caso. Comienzan los rezos y siguen las preguntas  de la liturgia a las que contestan los padrinos en nombres de los pequeñajos. Quien más y quien menos todos siguen atentos los distintos pasos del ritual y se interesan por lo que el sacerdote dice y hace a los neófitos: la unción sacramental, la iluminación con la vela, la vestidura y el baño. Y todos los rostros se vuelven hacia donde está la pila bautismal, junto a la patrona, Santa Isabel de Hungría, y todos los labios sonríen al oír el llanto de algún crío al ser rociada su cabeza por tres veces con el agua bautismal.  

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