martes, 26 de abril de 2022

El chucho


El chucho tiene cara de perro porque es un perro. Está claro que era un perro lo que quiso pintar (con maestría, todo hay que decirlo) el grafitero que dejó plasmada su obra en una puerta de un local en Las Ramblas. Quiso pintar un perro y le salió ¡bendito sea Dios! una cosa linda con su naricilla grande y unos ojos que son un encanto. Sólo le falta el ladrar y es una pena que el artista no pusiera repetida la onomatopeya del perro, o sea, guau guau guau... 
  

lunes, 18 de abril de 2022

Pompas de jabón


A veces nos encontramos con un hacedor de ilusiones en Triana o en las Ramblas de Mesa y López. Va con su balde, su agua jabonosa y una liña que cuelga de dos varas que sujeta con sus manos. Junto a este humilde hacedor no es raro ver a un grupo de niños encantados con las pompas de jabón que van saliendo de la liña empapada y que flotan subiendo al cielo. Entonces podemos ver como las pompas suben sobre las cabezas de los pequeños mientras éstos, alborozados, tratan de atraparlas, y como la magia llena entonces de felicidad las caras de los pequeños buscadores de emociones risueñas.   
 

jueves, 7 de abril de 2022

Bandera tricolor


La covid nos ha quitado los bailes de carnaval y otras cosas nos fueron quitando los bailes de sociedades culturales y de otros sitios de jolgorio. Nos han quitado, válgame Dios, la grata alegría que entraba a todos los bailarines cuando la música sonaba a charanga con la letra de aquella famosa canción que decía: "Me gusta la bandera, me gusta la bandera, ay mamá me late el corazón..." y que nos ponía un nudo en la garganta cuando seguía cantando lo de "las siete estrellas verdes que parten el corazón". Nos acordamos de ella el otro día cuando en un barrio popular y cercano nos encontramos, ondeando al viento, la bandera de los amores nuestros. De los amores de tantísimos canarios que la tienen como propia. Sí señor.

sábado, 2 de abril de 2022

Cochitos de choque


Chocar, de mentirijilla, montado en un cochito de choque con otro igual es una experiencia suave. Salvo que el choque sea inesperado. Entonces nos sube la bilirrubina o lo que sea y sentimos ganas de coger al contrario y ponerlo a caldo. Los cochitos de choque ¿quién no los conoce? nos han acompañado durante años en las ferias y en las fiestas de pueblos y de barrios. Hoy no sabemos pero nos da que han caído en desuso salvo en sitios de gente inteligente que los hay. Por todo ello nos llena de ilusión ver cochitos chiquitos para niños que suben a ellos emulando a los participantes de los más afamados Fórmulas Uno del mundo. Ellos y ellas, los renacuajos, dándoles al volante para acá y para allá y quedándose atorados las más de las veces disfrutan, no hay más que verlos, como auténticos campeones.