domingo, 26 de abril de 2020

Niños y niñas

Hoy, en la explanada del parque, hemos podido ver a lo mejor de la vida: a los niños y a las niñas. Los hemos visto desde la ventana de casa sobre las diez de la mañana. No eran muchos y corrían y jugaban: nos recordaban a las mañanas de Reyes de hace años cuando los pequeños bajaban con sus pelotas y patines, y las mujercitas con sus muñecas de trapo. Faltaban hoy los petardos y los saltapericos con su retumbar en la plaza. Echábamos de menos las cornetas y tambores de entonces. Faltaba la bulla, la escandalera. Mirando un largo rato los vimos con sus juguetes: tres bicicletas con sus ciclistas, un niño en patineta y una niña montando en patines que caía y se levantaba rápidamente. Un poco más allá otros pequeños jugaban con sus pelotas y, hacia el otro lado, dentro de la cancha de fútbol, o de fúbol-sala, tres niños ya mayorcitos emulaban a los futbolistas por ellos preferidos. Alguna madre llevaba de mano a su niña pequeña y entre las dos paseaban a una muñeca en cochito de juguete... Día de alegría enorme hoy. Grandes y pequeños hemos dado un paso hacia la ansiada libertad de salir y jugar. Por esta vez los columpios quedaron a un lado... pues el coronavirus acechaba. 

sábado, 25 de abril de 2020

Hilera

Soñaba. Tumbado en el salón dormía la siesta y soñaba, mientras la digestión, pesada, daba tumbos en mi barriga. Iba -íbamos- por un barranco agreste encajonado entre montañas, desde el mar hacia la Cumbre. Caminábamos. Por el cauce, una hilera de árboles nos daba la dirección del sendero, la cuesta arriba, la remontada. Eran árboles iguales de porte fino, altos. Álamos, quizás, Querían ellos alcanzar el lejano cielo: uno, otro y otro en una hilera sin fin. Más tarde nos llevaba un caballo blanco. Primero al trote corto, luego al galope tendido. Las montañas se juntaban y el cauce del barranco se hacía angosto pero allí seguían los árboles. Nos parecía llegar al último pero venía otro más y otro más. Parecían indicarnos el camino hasta el fin. El fin. ¿Qué final encontraríamos al final? Seguíamos. Nada nos detenía. Era una fuerza superior a nosotros lo que nos empujaba...

Cuando desperté en la tardecita, del sueño no recordaba nada de nada. 

domingo, 19 de abril de 2020

Birras

La palabra birra se ha ganado el honor de figurar en el diccionario de la RAE por lo que la escribiremos sin ponerla  entre comillas. Birra. Así, tal cual. Y la birra -las birras- se han ganado un lugar en nuestras casas ahora como lo había ganado en los bares antes. Ese antes era cuando íbamos a un bar cualquiera de los muchos que estaban casi de fijo abiertos y nos echábamos un cortado, un cafelito, un pizco ron (ya en desuso), un cubata, o una birra, convertida ésta en bebida de la juventud. Ahora, con todo cerrado por mor del confinamiento, las cervezas -las birras- salen de cuatro en cuatro (o más) de los supermercados a las casas, y con ellas y unas roscas, y algo más, los jóvenes se ayudan a compartir -vía redes sociales- sus inquietudes y afanes en estos tiempos de distanciamiento inimaginable hasta el otro día. 

martes, 14 de abril de 2020

Candados y cadenas

Cadenas y candados cierran las puertas de la zona más frondosa del parque. Lo hemos visto desde fuera al pasar por la acera. Y hemos visto parterres y senderos vacíos y bancos desocupados. Ni un alma humana. Sobre el césped dos pájaros de color negro y pico rojo, y una tórtola. Y el silencio. Unos pajarillos saltan de rama en rama pero no cantan quizá porque añoran a los humanos amigos de otras tardes. Vacío está el parque infantil con los remos quietos y los toboganes en la espera. Nadie. Nadie. Afuera de esta zona frondosa alguna persona -hombre, mujer- pasea al perro pero la estampa niega la alegría del encuentro. No juega el perro con otros perros, no husmean, no ladran. El hombre, la mujer, parecen por separado, más bien, unos fantasmas de otros tiempos. Nosotros nos llevamos, acera adelante, un profundo desconsuelo.

viernes, 10 de abril de 2020

La azotea

Hoy, Viernes Santo, hemos subido a la azotea. Tal que un ladrón. Con pasos quedos, suaves, como caminando sobre alfombras mullidas. No queríamos que nos vieran saltándonos la cuarentena. Hemos ido a gozar de unos minutos de sol y de aire más allá del que podemos tomar tras los cristales de las ventanas y el balcón cerrado. Caminamos. Nos parece mentira el caminar por un sitio mucho más largo que el pasillo o el salón. El piso, de la azotea, es del color del cemento. Estábamos en obras. Éstas pararon hace quince días cuando el Gobierno mandó cesar en las actividades que no fueran esenciales. Allí quedaron las nuevas baldosas sin poner y algunos baldes y otros cacharros testigos de la obra quieta. El piso de la azotea se nos antoja ahora ceniciento y muerto. Pienso si será el reflejo de mi cara ante la magnitud de la pandemia.

domingo, 5 de abril de 2020

Soledad

"Triste y sola. Sola se queda Fonseca; triste y llorosa queda la universidad..." canta la canción de la tuna universitaria. Nos acordamos anoche de esta canción estudiantil cuando, asomados a la ventana, vimos el parque, en soledad. Triste y solo, triste y lloroso, estaba. Ni un alma en la noche de la primavera canaria. Por no haber, no había ni un soplo de aire, ni un sonido. Soledad amarga, acentuada, pensamos, por las luces de las ventanas que nos recuerdan a las gentes en resguardo de la virus malo. "Y los libros, y los libros empeñaron... en el Monte de Piedad". 

Y nos vino a la cabeza la idea de que este viernes -Viernes Santo- será la festividad de la Virgen de la Soledad y que no podrá salir en procesión por las calles de Triana la bella imagen nuestra de la Virgen de la Soledad de la Portería.