martes, 30 de abril de 2019

El Museo

El Museo Canario nos invita a visitarlo de vez en cuando. No vamos a esta venerable institución con la frecuencia que debiéramos para ver los objetos allí guardados de quienes estaban antes que nosotros en la isla, ni vamos con frecuencia a darles a ellos un saludo pues ellos están allí modificados. Singularmente modificados. Sí vamos a retomar datos y noticias de tiempos mas recientes a través de la hemeroteca del Museo. Nos adentramos en noticias que en su día fueron importantes para los habitantes de entonces en la ciudad y en la isla, y en anuncios que proponían, por ejemplo, pasarse a la plancha eléctrica... ¡benditas planchas de carbón! y nos enteramos de qué pasatiempos podían encontrar entonces lo palmenses incluyendo, cómo no, la cartelera de cine de un día ya lejano. 

En nuestra última visita algo nos llamó la atención, no dentro del Museo sino fuera. En la pared junto a la entrada, unas palabras nos hicieron cosquillas pues proclamaba ser algo bueno: "un lugar donde vivir". Pensamos que ya, ahora, con este eslogan, las momias del Museo vivirán estupendamente bien, como los ángeles.

jueves, 18 de abril de 2019

El pato

Hay veces en que sin querer hacemos el pato. O sea, que metemos la pata. Bien metida, hasta el fondo, en ocasiones. En tales casos, unas veces quisiéramos que nos tragara la tierra y en otras, más benevolentes nosotros con nosotros mismos nos reímos de nuestra metedura de pata. Otras veces hacer el pato no es meter la pata sino hacer el indio, dejar traslucir lo que somos, aquello que, para que nadie se dé cuenta de que somos unos tarugos, procuramos esconder a la vista de todos.

Alguien pintó un pato en una calle de las mas serias de la ciudad justo al lado de un colegio religioso. Al hacerlo, quizás, no estamos seguros, hizo el pato. Aunque, tal vez, no: solamente pintó un pato.

lunes, 8 de abril de 2019

Medio siglo


Medio siglo atrás, o mas aún, teníamos un cine en cada calle o por lo menos en cada barrio de la ciudad. En aquellos tiempos, los palmenses de media pela y con pocas perras) teníamos escasas oportunidades de diversión. Bien es verdad que había sitios a donde ir a bailar, que teníamos el fútbol y la vela latina y el boxeo y los galgos (los gallos creemos que no) para ayudar en los ratos de asueto. Pero en ese tiempo de posguerra lo que de verdad servía de evasión para todos -o casi- era el cine al que acudíamos para ver las grandes películas de las famosas estrellas. 

Al barrio de San José no le faltaba su cine;  este tenía por nombre Torrecine no porque la casa en que estaba fuera una torre sino más bien, creemos, por el apellido de su dueño. De ello nos hemos acordado al ver en una esquina de calles de mas allá de la Portadilla el nombre del Torrecine, esta vez como nombre de un bar. Y nos entró, claro está, la morriña por el pasado que añoramos. 

miércoles, 3 de abril de 2019

Castaño

Hemos subido al barrio de San Juan -uno de los tres barrios risqueros de mas allá del Guiniguada- en busca de la Batería que lleva su nombre. Primero en guagua recorrimos un buen trecho por su calle principal y luego, por la misma calle seguimos pateando cuesta arriba bastante empinada, lo que era un disgusto. Nos extrañó la falta de árboles. Sólo pudimos ver una palmera en una calle paralela (y unas flores en un balcón o ventana) y otra palmera, su cogollo más bien, a modo de espejismo. En ésas andábamos cuando en una esquina con otra calle no sorprendió, dando por bueno el refrán de que quien no se consuela es porque no quiere, ver el rótulo maravilloso del nombre de un árbol: castaño. Castaño, decía. Y mas adelante otro letrero decía madroño. No pudimos dejar de reír por estos encuentros sorprendentes y cariñosos.