La voz metálica, agradable como ella sola, de la trompeta, suena en Triana. Otras veces, es la voz alegre de la guitarra española o la más profunda de la guitarra eléctrica o del bajo. Cuando no, es la voz de un piano de esos que llaman electrónicos y, en otras ocasiones, podemos oir dulces sonidos en la voz del delicado violín. Pudiera parecer que los instrumentos están vivos y que quisieran transmitirnos sus sentimientos. Pudiera ser. Pero, junto a ellos, están los artistas que los hacen reir o llorar, gritar o murmurar, y hablarnos. Cada artista de éstos tiene su espacio preferido en la calle y ocupa casi siempre el mismo banco. Por ello los bancos de la calle Mayor deberían tener sus propios nombres grabados: Trompetista, Guitarrista, Violinista...
Algunas veces lo hemos visto en Triana y otras, muy pocas, en Las Canteras. El muchacho lleva consigo un arsenal de instrumentos de música y para ello 'viste' un artilugio bien logrado por encima de sus ropas. Al verlo, nos dan ganas de ir y ayudarlo pues pensamos que es imposible que pueda aguantar a la vez con el acordeón y con la armónica y con los platillos y con lo que lleva en sus espalda que creemos sean unos altavoces. Pero él se mueve con garbo y maestría dando unos zapateados para que los platillos suenen mientras suenan también sus otros instrumentos. Lo hemos visto y luego hemos sentido su ausencia. ¿Se irá por esos mares p'afuera para animar la vida en otros lares? Puede ser y estamos seguros que el muchacho se ganará muy bien los aplausos y el cariño de la gente allá por donde ande.
Un maridaje estupendo tuvo lugar el pasado viernes entre el Gabinete Literario y la Asociación Down de Las Palmas. A cuenta de él, tuvimos la oportunidad de asistir a un acto entrañable en el precioso salón del piso alto de la querida y longeva Sociedad. Allí, acompañados por cuadros preciosos que suponemos de autores canarios y con una puesta a punto admirable, tuvo lugar una cata de vinos como acto solidario con Down. Representantes de seis bodegas y atendidos por profesionales o por voluntarios (ayudados por afiliados a Down en su labor de servicio e información) nos dieron la oportunidad de gustar de caldos de aquí y de afuera, deliciosos y aromáticos. Asistió un número considerable de personas que pudieron, además, gozar con la música de jazz de dos jóvenes instrumentistas y canciones de la voz cálida de una joven cantante. Lo dicho, buen maridaje, agradable y acogedor.
Hasta hace bien poco, buena parte del territorio de la ciudad baja estaba cubierto por arenas color del oro. Hoy, nos quedan las arenas de las playas a las que podemos dar tal nombre, y, como recuerdos, varios nombres por aquí y por allá: calle Arenas, los Arenales, el Gran Canaria Arenas (al que le tocó el apellido por casualidad) y cómo no el Centro Comercial Las Arenas. No sabemos si este último fui construido en solares en donde había arena amarilla, arena negra o tan solo pedregales. Lo cierto es -o parece ser- que quienes con sus saberes diseñaron el edificio vinieron trasportados del Antiguo Egipto, del tiempo de los Faraones, cuando este inmenso país pudo construir pirámides y templos funerarios en medio de los inmensos arenales. Por ello, y para su constancia, nos dejaron la figura del faraón con el cuerpo del león o al león con cara de faraón, desafiantemente amable.
Invitándonos a pensar, y tratando de que tengamos para ello al más grande de los maestros, tenemos por la zona de la Cícer, cerquita de Las Canteras, a Platón, pintado, claro está, por un grafitero con ansias de pensamientos filosóficos. El pensar, que es cosa de dioses, puede estar allí fácilmente con nosotros. ¿Por qué dudar y no acudir? ¿Qué nos retiene? Si la sabiduría es un grado -que dice el saber popular- por qué no ir hacia ella? Pensemos, y puesto que pensamos, vivamos.
Tenemos en nuestra ciudad, en las Ramblas Mesa y López, un pequeño rascacielos; tan pequeño que ni siquiera permite que desde él podamos rascar las nubes a nuestro alcance. Este rascacielos que sin lugar a dudas es un lindo edificio fue construido al poco de abrirse la citada avenida de José Mesa y López y en la actualidad es un activo importante de nuestro patrimonio urbano. Cuando se construyó, no dio lugar a muchos aspavientos pues ya estábamos curados de espanto con la casa de mal nombre que había sido levantada en Las Alcaravaneras -ahí mismito- y no era cosa de repetir el epíteto dedicado a ésta, Casa del Coño, para dárselo a la otra, que muy bonito nombre que tiene: Edificio Azor. Cosas de las alturas, usted. Que dirá alguien.
