martes, 8 de octubre de 2013

Chamuscada

La pobre murió chamuscada. ¡Qué digo! Murió quemada como las brujas en el medievo. Alguna mente que no ha evolucionado para el bien sino que quedó anclada en lo negativo, le prendió fuego. Podríamos preguntarnos que mal le hizo la pobre y no encontraríamos, de seguro, ninguno. Era inofensiva. Colocada junto a la pared esperaba sin inmutarse a ser utilizada para lo que fue hecha. Sin un mal gesto, sin un desaire. Alguna mente... ¿Qué retortijón le dio al hombre, a la mujer, que prendió fuego a la pobre papelera? ¿No le gustaba su color, su forma, su armonía? A lo mejor no le gustaba nada, ni siquiera se gustaba a sí mismo y su rabia rompió en una noche (seguramente era de noche cuando atacó con nocturnidad y alevosía) y acabó con quien era nuestra amiga. El hombre o la mujer, con la cara encarnada con la rojez del fuego -que no de la vergüenza- sonreiría entonces al gozar de su falsa hazaña, de su verdadera felonía.

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