sábado, 23 de noviembre de 2013

Negrura


La obscuridad llegó temprano. A las ocho de la tarde ya era noche cerrada. La luz de las farolas de la autopista iluminaba el negro del asfalto por el que corrían alocados, como escarabajos multicolores, los coches con sus luces encendidas. A medio camino, las casas del barrio marinero. Más allá, la negrura del mar y del cielo, negros como el betún. La luna, en lucha con tamaña obscuridad, trataba de abrirse camino por entre los jirones de las nubes para enviarnos a los pobres mortales, si le fuera posible, unos rayos de esperanza. 

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