El poeta, nuestro poeta Alonso Quesada, tiene las cuencas de los ojos vacías. Yo al verlo en mis paseos, algunas veces he pensado en ir a un taller de muñecas a comprar unos para ponérselos pero quedo parado por las dudas: ¿De qué color son los ojos de mi poeta? ¿Verdes, como la mirada verde de Oliva, la moza irlandesa de Las inquietudes del Hall que vino a Las Palmas buscando el sol para curar su dolencia? ¿Verdes, pues ella "oía el mar lejos, y se lo imaginaba verde, con verdor luminoso de árbol de otoño"? ¿O grises, pues "el sol desgarraba las nubes grises de su amanecer y empujaba su tristeza..."?
Más bien, a pesar de todo, pienso, los ojos del poeta debieran ser negros, como negro es el luto que llevamos por su temprana muerte. Entonces, reemprendo el camino y me voy a donde sea.
Deliciosa esta primera escena palmense. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarPreciosos estas primeras entradas, me encanta ese estilo, creo vamos a ver la isla en tus ojos, con todo detalle, con la sencillez de la vida.
ResponderEliminarPodrías poner un comando para seguirte diariamente.