sábado, 7 de marzo de 2020

Miau

El gato blanquito dejó escapar un tenue maullido que pareció ser el lloro de un niño chico. El maullido voló suavemente hacia el cielo de enero (cuando los gatos salen a enamorar) buscando las estrellas que allá arriba brillaban. Pero el sonido no llegó muy lejos. El ronroneo del gatito quedó enganchado en los letreros de una tienda que en la plaza del barrio había. El gato se le quedó mirando -con sus ojos que ven en la obscuridad- y vio que se trataba de una frutería, y se dijo: ¡Qué mala pata que tengo! Ya pudo trabarse mi miau en el letrero de una pescadería en la que pudiera yo encontrar a cambio de él unas riquísimas sardinas.   

2 comentarios:

  1. Con frecuencia suele pasar así, que nos topamos con aquello que no nos apetece.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ,,, al olor de la sardina, el gato ha resucitado. Saludos afectuosos.

      Eliminar