lunes, 23 de marzo de 2020

El último

Vemos con cariñosa pena el último solar de lo que fue ladera. Vemos con pena como aquel espacio libre, de tierra ocre, lleno de pequeñas plantas de 'las nuestras' se ha convertido en un entramado de casas chalets con vistas al mar. La ladera -la de Schamann- se extendía desde el Paseo de Chil hasta la nueva barriada que estaba arriba en la loma. Una carretera estrecha y con pocas curvas que no recordamos si era de tierra o ya estaba asfaltada (por la que un día se desriscó un camión que sacó de su letargo a los schamaneros) cortaba en dos a la ladera y ésta estaba -al contrario que la de los Riscos- sin casa alguna apenas. Sólo podíamos ver las casas de la Ladera de Cuyás, antiguas cuarterías de los labradores que trabajaban en las fincas de abajo. Veíamos a la ladera como si fuese una bandera de color ocre que se extendía al aire de la ciudad llena de cardones, de aulagas, de tuneras... Parecía ser como esas montañas que poníamos con papel de envolver en los Nacimientos caseros. Ni una casa. Era un solar grande para soñar. Ahora, para nuestro desconsuelo todo es distinto: sólo queda un último solar sin edificar al que dedicamos nuestra cariñosa pena. 

2 comentarios:

  1. Con frecuencia vemos casos similares por todos lados. A veces construyen hasta en lugares inseguros para la vida en el hogar, y van acabando con ese paisaje que forma parte de nuestra memoria...
    Un abrazo.

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  2. Tengo una maceta pequeña en casa. No la muestro a nadie por temor a que edifiquen en ella un rascacielo. Saludos.

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