viernes, 19 de diciembre de 2014

Olores

El otoño nos ha traído olor a castañas asadas, como siempre, y también nos trajo olor a elecciones, como algunas veces. El olor de las castañas podíamos percibirlo en las tardes frías (junto al de carajacas y tollos) en unos puntos concurridos de la ciudad pues se esparcían por los aires desde los puestos que los castañeros (¿podemos llamar castañeros a quienes venden castañas?) tenían instalados, con sus braseros humeantes, en alguna de las esquinas de las zonas comerciales. El olor a las elecciones -elecciones próximas- estaba y está sin embargo por toda la ciudad que recorremos (barrios hay que se quejan de que por allí no llega ni un mal suspiros de ellas) en forma de obras de reparación y otras de obra nueva. Tal es el caso del parque infantil que, despidiendo olores nuevos y reconstituyentes, han colocado en las últimas semanas en los Jardines Buenavista cercanos a casa. Pero, -siempre hay un pero- estos olores agradables que desprenden los remos y demás artilugios van mezclados con un tufo desaforado a petición de votos... ¿O será, simplemente, que somos mal pensados y que el mal pensamiento nos prende?

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