viernes, 10 de abril de 2020

La azotea

Hoy, Viernes Santo, hemos subido a la azotea. Tal que un ladrón. Con pasos quedos, suaves, como caminando sobre alfombras mullidas. No queríamos que nos vieran saltándonos la cuarentena. Hemos ido a gozar de unos minutos de sol y de aire más allá del que podemos tomar tras los cristales de las ventanas y el balcón cerrado. Caminamos. Nos parece mentira el caminar por un sitio mucho más largo que el pasillo o el salón. El piso, de la azotea, es del color del cemento. Estábamos en obras. Éstas pararon hace quince días cuando el Gobierno mandó cesar en las actividades que no fueran esenciales. Allí quedaron las nuevas baldosas sin poner y algunos baldes y otros cacharros testigos de la obra quieta. El piso de la azotea se nos antoja ahora ceniciento y muerto. Pienso si será el reflejo de mi cara ante la magnitud de la pandemia.

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