La Parca ha visitado de improviso nuestro edificio y se ha llevado sigilosamente a un vecino, a un buen amigo. Hombre cordial, sincero y atento. Tal era Antonio. Siempre con la sonrisa en los labios y dispuesto siempre al cariñoso saludo que daba con la espontaneidad que le caracterizaba. Amaba la música canaria y participaba en una, en dos... en más rondallas. (Ha quedado en el aire mi petición -más en broma que en serio- de que me enseñara a tocar un instrumento). Hemos estado en el tanatorio para acompañar a sus familiares junto a sus restos y hemos rezado una oración por su alma aun sabiendo que no era necesario el hacerlo pues que él
era hombre bueno. Sobre su ataúd han colocado tres cosas en su recuerdo: una placa de la policía local a cuyo cuerpo perteneció un tiempo; un cachorro canario (su cachorro negro) para las parrandas, y su bandurria que no podía faltar en estos momentos. Seguro que desde el cielo mirará estas sus cosas, tan contento.
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