martes, 23 de febrero de 2016

Dulce

En el Auditorio Alfredo Kraus, Dulce Pontes, con un agradable y entretenido repertorio, se llevó al respetable de calle. Su voz recia, vibrante, suave, modulada, potente o finísima, según fuera el caso y su voluntad, llenaba cada hueco, cada rincón, de la sala sinfónica en la que reinaba sobre un silencio expectante solo roto por los aplausos enfervorizados del público tras cada una de sus canciones. Comenzó cantando -acompañándose ella al piano- con dos canciones franceses, como para abrir boca. Con la segunda de ellas, La Boheme, nos transportó a los barrios bohemios de París. Luego, con un acompañamiento de seis músicos quienes, además del piano, hacían sonar otros instrumentos como es el caso del acordeón, de guitarra (portuguesa, quizá), batería, y otros, fue desgranando otras muchas canciones del mundo y de su Portugal natal, mientras su cuerpo se movía al compás de la música, a veces en unas extrañas danzas que eran, por las trazas, antiguas, de su tierra ancestral. Para terminar, conseguimos que nos regalara un bis precioso con la canción CanÇao do Mar con la que terminó robándonos el alma.


 

1 comentario:

  1. Describes un momento musical dulce de los que uno no se aparta nunca más en toda la vida por tiempo que pase. Me alegro por vosotros.

    Un abrazo

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