Desde nuestras butacas en el anfiteatro del Teatro Pérez Galdós veíamos algunas de las pinturas de nuestro gran Néstor. Y según iba desarrollándose sobre el escenario la obra que nos ofrecían, en honor a Lorca, un sentimiento de hermanamiento se iba apoderando de nosotros. Pintura y poesía, pintura y música, se hermanaban. No sabríamos explicarlo pero es que los dos artistas -Néstor y Lorca- se unían en el espectáculo y cuando veíamos a las bailarinas dar vueltas y más vueltas con el cante de las poesías de Lorca ("Verde que te quiero verde, verde viento, verdes ramas"...) acompañadas por la música de piano, percusión, guitarra y castañuelas, veíamos en las volandas de sus trajes y en sus taconeos lo más hermoso de los angelotes desnudos de Néstor.
Una hamaca en la arena de Las Canteras entre dos palmeras o dos cocoteros nos trae a la cabeza el recuerdo de estampas vistas de playas tropicales. Y pensamos, claro que pensamos, en lo bonito que quedaría una alfombra roja por la que pasaran nuestros visitantes entre la avenida y la orilla del mar. Sería, estamos seguros, un toque de glamour. Mientras tanto, el hombre en su hamaca, tranquilo él, parece dormirla siesta acariciado por la brisa marina y a cubierto de los rigores del sol por la sombra de las palmeras, o cocoteros, que en esto nos formamos un lío tremendo si queremos diferenciarlos. Estamos a ver si un coco le cae al hombre dormido en la cabeza. Entonces, saldremos de dudas. Sin duda.