Casi un gato podríamos decir, o, más bien, casi unos gatos. Porque la imagen la hemos visto repetida en muros perdidos de nuestra ciudad con más o menos pequeñas variantes. Nos da que el dibujo, concebido no sabemos por quién, pertenece a la misma mano del mismo grafitero. Será un gato, nos decimos; será un gato, nos afirmamos. Aunque en verdad no oído maullar. A no ser que la palabra que acompaña a los ojos del gato, a la corona del gato y a la cola del gato, en idioma desconocido sea un maullido en toda regla en perfecta simbiosis con los puntos sucesivos finales que ponen suspense en la obra. Sea gato o no gato, lo que importa es que cace ratones... que diría el político de turno.
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