miércoles, 18 de junio de 2014

Cosas

Nos sentimos contentos al entrar en cualquiera de los mercados de abasto de la ciudad. En su interior, recorremos los puestos y vamos nombrando las cosas que vemos. Aquí frutas de sugerentes colores y formas, allí pescados y más allá carnes. En uno de ellos, las lindas flores. Los quesos apilados, enteros los unos, y cortados los menos, mostrándonos su interior. Junto a los quesos, aceitunas. En algún puesto vemos hierbas curativas de esas que sirven para arreglar cualquier entuerto del cuerpo. Las frutas nos dan sus olores y los pescados nos muestran sus ojos de antoñitos en hielo. Las carnes nos recuerdan las reses abiertas en canal. Los vendedores, las vendedoras, nos regalan sus sonrisas y nos animan en la compra y así unos y otros, los clientes y visitantes, nos vamos decidiendo sobre si llevar esto o aquello. 

En nuestros mercados no es raro encontrar una cafetería en donde reponer fuerzas. Nosotros hemos encontrado en uno de ellos (en el de Altavista) un puesto de café. Un pequeño puesto en el que venden café de una conocida marca y en donde es posible degustar esta estimulante infusión, sola o con leche, o como cortado. Nos hemos parado hoy junto a su mostrador y hemos visto su decoración que, con el ánimo encendido por los partidos que vienen, tiene banderas y estandartes futboleros además de otras cosas que tras los cristales nos hacen el guiño de siempre: un timple, una cocinilla de petróleo, un hierro de los de planchar, y un molinillo de café.

Nos alegramos pues habíamos venido atraídos por ellas; cosas de otros tiempos, del tiempo de nuestras madres y abuelas.    

1 comentario:

  1. El mercado es fuente de vida y da la dimensión de la vida de sus ciudadanos. Muy interesante.
    Un abrazo.

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