miércoles, 21 de mayo de 2014

En la acera

La palabra acera, nombre común de género femenino y número singular, debería llevar, pienso, de forma inseparable junto a ella la palabra sucia que es un adjetivo calificativo que según la primera acepción en el DRAE quiere decir que tiene manchas o impurezas. En mi opinión las dos palabras debieran estar fuertemente unidas. Habrá sitios, no lo dudo, en que las aceras se laven, se baldeen, se barran con frecuencia y con frecuencia reciban beneficiosass lluvias, y como resultado (y con el auxilio del sol) permanezcan limpias al menos por un corto período de tiempo hasta que por ellas pase una persona dejando restos de las zuelas de sus zapatos o dejando atrás una colilla o un escupitajo o bien pase un perro -vamos a suponer- con ganas de hacer sus deposiciones. Si la acera está en una ciudad en la que escasea el agua y la costumbre de la limpieza existe con cuentagotas, como es nuestro caso, la acera estará indefectiblemente sucia.

Por tanto podríamos preguntarnos: ¿A qué mente preclara y privilegiada, a qué talento, a quién, en fin, se le ha ocurrido en el Ayuntamiento de nuestra ciudad cuna de don Benito Pérez Galdós, poner en las aceras, a la altura del betún podríamos decir, para ser pisadas, para ser ensuciadas, palabras del eximio novelista tomadas de algunas de sus novelas? Y al hacernos tal pregunta pudiera ser que nunca llegara a nosotros una respuesta que, aunque fuera un poco, fuera -con respeto- inteligente.

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