jueves, 13 de febrero de 2014

Reloj

Dos años antes de 1914, año en que comenzó la Gran Guerra Europea, también conocida como Primera Guerra Mundial, un amable relojero bávaro instaló un enorme reloj tudesco en la calle comercial, o sea en nuestra calle Mayor de Triana. El hecho lo recoge (más o menos con estas palabras) Alonso Quesada en uno de los artículos que componen el libro recién reeditado que lleva por nombre Insulario (Crónica de una isla). "Era -nos dice Quesada- un reloj germano (que) no se atrasa nunca; no se adelanta jamás". Me viene a la mente este reloj, que aun podemos ver en Triana, "reloj de estación prusiana, un reloj de horizonte kolosal y férreo" al ver este otro reloj (el de la fotografía) mientras espero la guagua en la parada de la Alameda de Colón. Este otro reloj que, aunque más moderno, ni por asomo se pudo comparar nunca con el que nos legó el alemán Juan Pflüger, lleva parado una eternidad de tiempo; tiempo largo que el pobre reloj no ha podido ir marcando por la desidia, suponemos, del Ayuntamiento.

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