lunes, 30 de octubre de 2023

Quemado

El barco fue quemado; bueno, un poco quemado, para lo que pudo haber sido, porque pudo haber desaparecido por completo. Y es que el pobre luce, desde entonces, su popa, negra como un tizón y de su arboladura no queda madera ni para palillos de dientes. No parece que fuera una mala acción premeditada sino fruto de la mala suerte. Menos mal. ¡Porque mira que ir a dejarnos sin este recuerdo de cuando el capitán Etayo quiso emular uno de los viajes de Colón en el cual el Almirante pasó por Las Palmas! El mal, bien mirado, no es definitivo. Aunque quizás sí, porque para acabar cosas no estamos. Y es que, como dice el refrán, las cosas de palacio van despacio. 

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