Entramos en la iglesia y, como si quisiéramos ver desde su interior el cielo, giramos hacia atrás la cabeza y miramos arriba al techo. Al pronto, nuestros ojos ven la bóveda y el cimborio. Por un ventanuco en éste entra el sol del mediodía. En la bóveda, dividida en ocho partes (cuatro y cuatro) podemos ver figuras de la Virgen y de Santos al igual que en los cuatro triángulos que forman los arcos en sus uniones. La iglesia, antigua, está situada en el viejo barrio de Vegueta e impone por su solemnidad con la escultura del Sagrado Corazón de Jesús en el altar mayor. Todo en ella es austero y por ello destaca aún más la belleza que contemplamos mientras queremos ver el cielo. Bajamos la vista para descansar y descubrimos entonces el espejo. Un espejo circular colocado debajo de la cúpula, perfectamente situado para ver en él las pinturas, con detalles, que nos habían llamado la atención y gustado tanto. Bien está, pensamos. Bien puesto está aquí este estupendo espejo.
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