martes, 5 de marzo de 2019

La oveja

Ver una oveja en la ciudad, nos ilusionó. Por un momento nos sentíamos vivir en las altas cumbres en que vivían Heidi y Pedro con pastos floridos en las montañas y valles. Fue una ilusión pasajera que lamentamos perder al volver a la burda realidad. Nuestra oveja estaba en la puerta de un establecimiento tal que si estuviera en la puerta de su establo. Tan linda, tan bonita, que era un primor, Sus ojos negros, saltones, sus largas orejas, su moño redondo cual bonete de cura, hacían juego con el esponjoso ropaje que envolvía su orondo cuerpo. Nos paramos a verla y quisimos saber su nombre, nombre que posiblemente estaba escrito en el cartel que llevaba colgado de su cuello. Se lo preguntamos en lugar de intentar leerlo y nos contestó con ovejuna dulzura: Beeee, Beeee, Beeee. Y ya nos fuimos sin mirar atrás.

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