sábado, 16 de agosto de 2025

Centinela


Cual centinela, la gaviota o paloma, otea el paisaje subida a lo alto del coche. Desde su atalaya, el ave ve como los terrenos suyos, que eran agrícolas, se han convertido en tierras de grandes centros comerciales. Observa, eso sí, que aún quedan muestras de lo que en su día fueron ricas huertas; ahí mismito, por donde en tiempos de lluvia discurría el agua del barranco. Puede ella ver aún cañaverales, palmeras, dragos... Y más allá, las laderas y las pequeñas montañas con sus colores de siempre.
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domingo, 10 de agosto de 2025

La puerta


La puerta de una casa que ya tiene sus años y que lleva unos cuantos desocupada a lo que se ve, nos lleva a tiempos pasados y nos trae de regreso al presente. Está la casa y está la puerta en Triana y ésta, la puerta, parece ser recia, de buena madera, de riga tal vez. Ni el sol ni la lluvia ni los vientos han podido con ella. Por ello nos acordamos de los carpinteros que trabajaban poniendo lo mejor de sí mismos para obtener obras que siguieran bien vivas cuando ellos ya hubieran dejado aquí los recuerdos de su arte. Al mirar la puerta y volver al presente y verla llena de garabatos pensamos en las diferencias que marcaron aquellos tiempos y el ahora. Diferencias muy sensibles, digamos. 

miércoles, 6 de agosto de 2025

De rojo o encarnado


De color rojo o encarnado son las copas de los árboles a los que llamamos flamboyán y que, con buen criterio, autoridades y particulares han ido plantando aquí y allí por buena parte de la ciudad. Así nos es posible el verlos por parques y jardines, en plazas grandes y en plazoletas pequeñas, en calles y en avenidas, O eso nos parece a nosotros, pues amigos que somos de ellos, nos aparecen por todas partes. Y por todas partes vamos agradeciendo el milagro de sus 'flores' y de la sombra amable que nos procuran. Son una delicia, agradables siempre no importa con qué tiempo.

sábado, 2 de agosto de 2025

El ojo y la vaca


Al pasar, la vemos en la entrada del establecimiento y sentimos en nosotros el suave dulzor de su mirada. Y nos paramos a verla y su ojo -sus ojos- nos estremecen con su bondad. Y es que, la vaca con su cencerro está ahí para darnos las buenas tardes o dar los buenos días a quienes madrugan... Y sus ojos son luceros. Y la vaca, rumiando sus pensamientos, nos hace retroceder hasta un tiempo en que éramos niños o jovenzuelos y vemos por las calles del barrio, en nuestro interior, a la vaca que un hombre lleva repartiendo entre las vecinas medidas de leche espumosa, Leche que tomamos ahora en el recuerdo con una cucharadita de gofio en polvo.