En el Muelle de Santa Catalina podemos ver cada semana, en época de cruceros, estos grandes hoteles flotantes a los que llamamos oportunamente, como debe ser, Cruceros, los cuales se mantienen, no sabemos cómo, a flote, en las tranquilas aguas de la bahía invitándonos a su contemplación. Éste, el de la foto, lo vimos, majestuoso, en la pasada noche en la que paseábamos por allí. Elegante y robusto. De su chimenea salía un humo blanco que posiblemente fuera una despedida a la ciudad y a estos muelles que los acogen con regularidad.
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