Terminamos nuestro paseo de la tarde y ya de noche subimos por la calle Perdomo en busca de la guagua. Como nos pasa siempre que transitamos por aquí (por la zona del viejo barrio de Triana) a estas horas, nos entró un extraño sentimiento de nostalgia. Es como estar en una calle desierta con el silencio como acompañante. Casi nadie transita por aquí, quizá alguien despistado como nosotros solos o acompañados. Los coches, quietos, esperan la siguiente mañana mientras las farolas iluminan las fachadas. Un poco más arriba, vemos la espadaña de la iglesia de San Antonio; iglesia con su fachada en la que lucen piedras de cantería azul. Más allá, en la loma, lo poquito que han dejado al "descubierto" de los Riscos. Del risco de San Nicolás o de San Lázaro o de San Bernardo. De los amados Riscos de siempre.
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