El banco
El banco en Las Canteras estaba a rebosar. Las chicas que lo ocupaban estaban a sus cosas y, no sabemos, si, mientras, estarían esperando a sus amores. A lo mejor, éstos, los amores de las chicas llegarían por el mar. Quizá. ¿Por qué no? Vivimos en una isla y el mar nos trae todas las venturas y muchas desventuras. ¿A qué quejarnos? Ignoramos si las jóvenes hablarían de estas cosas que tienen tanta enjundia o si, en su afán de estar al día estarían chateando con sus teléfonos móviles. Fuera lo que fuera, ahí están ellas ajenas a la caseta de dos colores con listas las aíslan -qué pena, penita, pena- del mar.
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