miércoles, 31 de octubre de 2018
Osos amorosos
Desde lo alto, los osos amorosos nos mandaron un saludo en las horas en que el sol iba ya hacia el ocaso. Paseábamos. Nuestros pasos nos habían llevado a las proximidades del Teatro. La gente -cada uno a lo suyo- iba y venía bajando o subiendo en las guaguas amarillas o azules que son muchas en la zona, despaciosamente como corresponde a nuestro forma de ser y de sentir la vida: al golpito. Sin apresurarnos, pues ello podría sernos malo. Había bastante gente. Hombres y mujeres, casi ningún niño que pudiera ver el milagro. Nos preguntábamos cuántos habían visto como nosotros a los osos en el cielo, cuántos habían sentido su influjo benefactor en la tarde noche que se avecinaba.
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