Llegamos a la parada de la guagua y buscamos, cual náufrago como tabla de salvación, el artilugio que ha puesto nuestro Ayuntamiento en muchas de ellas para indicarnos cuánto tardará la guagua de nuestros amores, que, siempre, tardará más tiempo del que quisiéramos. Miramos las caras de los demás futuros pasajeros y damos como de pasada un murmullo que quisiera ser un saludo amistoso. Las caras no nos dicen nada; cada cual con sus pensamientos y sus prisas ya saben a qué atenerse. Y la paciencia ¡bendita paciencia la de los palmenses con sus guaguas! ha hecho acto de presencia.
En ocasiones, la tabla de salvación no está y no podemos saber cuánto durará nuestra obligada espera. Entonces, sí que pareceremos náufragos a la deriva. Miraremos a las caras de los demás y veremos en ellas reflejados lo que sentimos en la nuestra: desesperanza. Y mascullaremos para nosotros, compungidos: ¡Y seguro que tardará un montón la dichosa guagua, como si lo viera!
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