Un solar grande, grande, producto de haber echado al suelo unas cuantas casas terreras o de pocas plantas en dos calles paralelas de La Isleta (Juan Rejón y Rosarito) ha salido como de la nada para hacer un edificio único seguramente. Y es que la transformación de la ciudad no para ni para merendar. Aquí se come todo lo antiguo y se pare todo lo nuevo ante nuestros aturdidos ojos que no entienden nada de nada. Bueno, perdón, si entendemos que la población crece y crece, que el terreno es limitado porque somos isla, y que son necesarias más y más casas. Pero, es que, la transformación nos resulta tan desilusionante...
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