Estuvimos en las Casas Consistoriales, en Santa Ana, para ver el tradicional Nacimiento que este año nos presenta montañas que quieren ser reflejo de nuestras cumbres. En verdad que lo han logrado quedando muy bonito con otros rincones que simulan las medianías en los que casas y situaciones nos trasladan a nuestros queridos pueblos. Hemos visto hasta a un señor enfermo en cama que parece estar en las últimas. Y, naturalmente, no faltan las ovejas, el burro, los bueyes y las vacas. Todo muy logrado. Hemos visto incluso -como el Nacimiento tiene figuras con movimiento- un labriego ordeñando una vaca quien sube y baja en el banco en que está sentado, mientras que el noble animal no se mueve y no dice ni 'mú'.
De repente, nos llega el asombro: vemos en lo alto de un monte, montaña o montículo -vayamos a saber- una enorme casa de campo y junto a ella un cazador con escopeta que busca, suponemos, un conejo con que llenar el caldero. Sí señor, muy bien pensado, pensamos. Enseñemos a los niños -que irán a gozar de este Nacimiento- que en Belén de Judá, cuando nació Jesús, la escopeta para cazadores ya era un artilugio al alcance de la mano.
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