Solo hemos visto pasar un obrero que se perdía hacia un punto indeterminado. En el suelo, los cacharros que ponen volumen estratosférico a la música durante las fiestas emitían unas tonadillas que sonaban fuera de lugar.
Fue anoche -no ha pasado ni un día desde entonces-, que los aspirantes a Reinonas del Carnaval bailaron y se contorsionaron ante un fervoroso público. Hoy, ahora, un Securita impedía que la gente subiera al escenario. Seguramente el Securita no quería que se profanara el sitio en el que los aspirantes, osados y procaces con sus zapatones y sus taparrabos, habían deleitado a todos con la demostración sencilla, y querida por muchos, de su arte del mejor carnaval.
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