Al vivir en una isla estamos rodeados de agua por todas partes y, casi casi, también, de barcos. De barcos que son amigos nuestros que nos acompañan a diario y que nos cuentan sus historias y sus leyendas. Basta con arrimarse a la ribera en donde rompe las olas. Esas olas que mecen a los barcos allá afuera. Allá los podemos ver esperando, tan apuestos, aunque no sean de vela.
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