Ha llegado la tarde noche y el ambiente un tanto frío en las calles de Vegueta invita a evocar ecos de armoniosos nocturnos. La obscuridad se ha adueñado de todo y todo es difuso. Casi no vemos en la desierta calle. Aunque, fijándonos bien, nos parece ver a alguien sentado, a otros caminando y a un obrero (¿de la limpieza?) que parece trabajar. Más allá, el cielo. Nada oímos: silencio y obscuridad nos acompañan.
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