De una interesante exposición con el estimulante nombre de Naturaleza Viva, de Juan Guerra, disfrutamos hace unos días en La Regenta. Nos gustó desde un principio y según avanzabamos en la contemplación de los cuadros, de tamaño más bien grande, y empezamos a gozar de ellos, sentimos dos sensaciones no opuestas: profundidad y rotundidad. Unas y otras, las pinturas nos llamaban a detenernos frente a ellas para gozar de montañas y de valles, no al uso entre nosotros. El pintor, que lleva en el oficio muchos años (cuarenta por lo menos) se encarga de darnos paisajes que no son los nuestros, o al menos, que no parecen ser nuestros. Son montañas vacías, altas, enormes. Son valles largos, extensos. Con profundidad y llenos de misterio. Rotundamente llenos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario