viernes, 30 de mayo de 2014
Junto a la tapia
Alrededor del Castillo pusieron unas tapias como quien pone vallas al campo. Alguien (¿de pa'fuera, quizás?) intentó que con nuestras miradas no mancilláramos sus paredes centenarias. Alguien (queremos creer que no es de aquí) puso una cosa tan fea alrededor del recinto amurallado que da grima el mirarlo. Qué paradójico resulta que, queriendo arreglar el desaguisado, la naturaleza, que es madre sapientísima, haya puesto, junto a la obscuridad de las tapias, la luminosidad de las rosas. Rosas frescas, rosas preciosas, que nos alegran el alma.
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Sigo teniendo deudas contigo, Ángel, pero la salud está más resquebrajada y me deja poco margen para hacer lo que me divierte. Te mando un fuerte abrazo.
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