El ojo y la vaca
Al pasar, la vemos en la entrada del establecimiento y sentimos en nosotros el suave dulzor de su mirada. Y nos paramos a verla y su ojo -sus ojos- nos estremecen con su bondad. Y es que, la vaca con su cencerro está ahí para darnos las buenas tardes o dar los buenos días a quienes madrugan... Y sus ojos son luceros. Y la vaca, rumiando sus pensamientos, nos hace retroceder hasta un tiempo en que éramos niños o jovenzuelos y vemos por las calles del barrio, en nuestro interior, a la vaca que un hombre lleva repartiendo entre las vecinas medidas de leche espumosa, Leche que tomamos ahora en el recuerdo con una cucharadita de gofio en polvo.
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