Siete eran las palmas que había en los terrenos llanos o en la loma. No sabemos si allí en donde estaban, siguen estando. Eran siete palmas que dieron nombre a la nueva urbanización que vendría a dar empaque y colofón a la Ciudad Alta. Eran siete las palmas que ya no vemos con el verdor de sus hojas y la esbeltez de sus tallos. Pensando en ello estábamos cuando ante nuestros ojos se alzaron unas elegantes palmeras de acero. Altas y fuertes, decorativas. Están en la acera justo al lado del centro comercial. Su corpulencia, pensamos, difícilmente permitirá que se bamboleen con el viento.
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