Hasta hace bien poco, buena parte del territorio de la ciudad baja estaba cubierto por arenas color del oro. Hoy, nos quedan las arenas de las playas a las que podemos dar tal nombre, y, como recuerdos, varios nombres por aquí y por allá: calle Arenas, los Arenales, el Gran Canaria Arenas (al que le tocó el apellido por casualidad) y cómo no el Centro Comercial Las Arenas. No sabemos si este último fui construido en solares en donde había arena amarilla, arena negra o tan solo pedregales. Lo cierto es -o parece ser- que quienes con sus saberes diseñaron el edificio vinieron trasportados del Antiguo Egipto, del tiempo de los Faraones, cuando este inmenso país pudo construir pirámides y templos funerarios en medio de los inmensos arenales. Por ello, y para su constancia, nos dejaron la figura del faraón con el cuerpo del león o al león con cara de faraón, desafiantemente amable.
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