Hace bien poco, quiso la luna ponerse guapa para venir a visitarnos a nosotros los palmenses. Se vistió con encajes de nubes en una noche del disparatado febrero pasado, de calores impensables, y se nos mostró en todo su esplendor de plenilunio mientras jugaba al escondite con las nubes. Nosotros pudimos verla y quisimos capturarla y dócilmente se dejó alcanzar. Brillante, enormemente brillante. Linda, majestuosamente linda. Luna de nácar y coral.
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