Podemos leer: "Esta es la fatalidad de Federico, el sino perverso que le hará miserable y desgraciado toda su vida; pues aun cuando llegara a vencer los inconvenientes del deshonrado nombre que lleva, no se quitará nunca de encima la mala sombra que su padre ha echado sobre él con la perversa educación que le dio".
A Federico Viera lo presenta Galdós como el tercer lado de un triángulo. Es la hipotenusa que une a los catetos en un triángulo recto. Un triángulo que pudiera ser perfecto, para el adulterio, si no fuera porque quien cuenta los sucesos -en modo epistolar- también está enamorado, ardientemente, de la mujer. De la protagonista.
Al final la incógnita queda, al parecer, al descubierto. Aun así Galdós escribió otra obra a continuación (novela que más tarde sería obra teatral) que lleva por título Realidad. La busco, ya estoy en ello, con intensa curiosidad, para saber que puso el gran autor en la otra cara de la moneda. Porque estoy seguro de ello: la historia en que aparece y desaparece Federico Viera es una moneda de gran valor con su anverso y su reverso.
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