Paseábamos recorriendo el corto paseo que va desde el Auditorio hasta el Atlante con el mar a un lado y la autopista que ruge de coches al otro. Y así pudimos ver dos láminas (seguramente de acero), una en la ida y la otra a la vuelta con el nombre de El Lloret. Y ello nos dio pie para pensar que no sólo en calles y plazas podemos encontrar apellidos ilustres. Así, éste, Lloret, está en el paseo pues por aquí hubo durante décadas unas fábricas de conservas de pescado que fueron un vivero de puestos de trabajo para tantísimas gentes. Junto al de Lloret no estarían de más los de Llinares y de Ojeda. Se lo merecen.
¿Ganará el amor?, nos preguntamos. La respuesta, mañana o pasado, pues el lema en la pared no nos aclara las ideas; pudiera ser que sí pero pudiera ser que no como en el deshojar de la margarita. "El amor siempre gana" escribió el optimista con un corazón al lado, y poco tardó el pesimista en intercalar en el mensaje un NO rotundo y desafortunado. ¿A quién creer? ¿Quién lleva razón? Si difícil es por sí el Amor, nos lo han puesto bien trabado.
En el barrio de Guanarteme, digamos en el Guanarteme profundo, vemos casas con techos a dos aguas que nos recuerdan su pasado industrial. A nuestras retinan vienen al verlas, entre otras, aquellas fábricas, la de cigarros Rumbo y la de la Fosforera Canariense. Esta última era la que fabricaba aquellos fósforos de papel embreado que servían para darle lumbre a los cigarrillos y para encender una y otra vez las cocinillas de petróleo de la época y que nos venían en pequeñas cajas de cartón. Tiempos pasados que dirá el poeta... Tiempos pasados que los mayores podemos recordar viendo estos tejados únicos, tan lindos, tan nuestros.
En lo alto más alto, en un cable que va de lado a lado, un globo permanece desde el día de San Valentín en la calle Mayor de Triana. Sin ser adivinos, adivinamos que fue un ramo llevado para su amada por un joven enamorado, de flores contrahechas que había preparado el mismo con toda su ilusión. Lo dio él cariñosamente a su amada y ésta, al verlo, lo llevó en un abrazo inmenso hasta su corazón. Y el corazón, latiendo enloquecido, al aire lo lanzó, y el globo subió y subió...
En la pared una palabra rotunda y elocuente: AMARTE. La palabra denota propósito y determinación: amarte. Y la palabra lo dice... Con rotundidad, con contundencia. La leemos al encontrarla, y pensamos que un adverbio le daría aún más fuerza, fuerza que no necesita pues la palabra tiene eso, tiene fuerza, mucha fuerza. Podría haber escrito, quien la dejó escrita en la pared, por ejemplo: Amarte siempre, o, Amarte por siempre, o Amarte para siempre. Pero, se conformó con lo evidente: que la palabra, ella sola, dice lo que él o ella quería que dijera. Pues él o ella quiso decir, simplemente... Amor.
Entre las calles de Triana y la de Viera y Clavijo por un lado, y entre Triana y Cano por otro, hay unos mundos por descubrir. Tal nos parece. A ellos solamente podemos asomarnos un poco por el llamado Pasaje de Las Lagunetas. Lo demás, misterio. Nos ponemos a pensar y vemos dentro de estos recintos, en tiempos pasados, caballerizas y zonas para carruajes, habitaciones nobles y patios con plantas lindas y enormes de la flora canaria. Algún pozo habría, seguramente. Ahora, desde hace algún tiempo, tenemos la posibilidad de acceder a un pequeño patio en Triana ya que un comercio de lentes y gafas ha tenido la buena idea de adecuarlo. Así vemos un patio pequeño casi cuadrado con una hermosa galería... Un sueño o una realidad a nuestro alcance.