a obscuras mientras que un par de pencas amarillentas y desahuciadas, que caen, quedan luminosas en la noche. Estas dos pencas aguardan sin duda la mano amiga que las arranquen y que las lleven al cementerio de las palmeras. Allí recordarán en amigables charlas, las charlas que a ellas llegaban de los clientes de la cafetería sentados en las mesas. ¿Cuántas cosas habrán oído? ¿Cuántos secretos? ¿Cuántas alegrías y cuántas penas?
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