martes, 10 de febrero de 2015

El funambulista

Alguien, con espíritu funambulesco, vio ante sí la ocasión que había estado esperando durante toda su vida. Había visto un cable en las alturas que le iba a permitir dar rienda suelta a su vocación. La ocasión la encontró en el parque. De una torre a otra de luminarias instaladas para alumbrar el campo de deportes vio lo que andaba buscando y no lo pensó. Sopesó durante unos segundos los riesgos y al no ver ninguno se aventuró a trepar hasta lo más alto y después, pasito a pasito, intentó ir de un extremo al otro del cable. Le faltó un detalle. No se había dado cuenta que los profesionales usan para andar sobre la cuerda una larguísima vara con la que consiguen mantenerse en equilibrio, allá arriba en las alturas. Nuestro desconocido amigo no consiguió el equilibrio y tampoco el aplauso de las gentes. Por ello, tristemente enfadado, lanzó sus botas a lo alto. Éstas quedaron colgando del cable en recuerdo de su pretendida hazaña.

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